Primera entrada

¡¡¡Aquí estamos todos!!! Bueno Andrea por ahí abajo escondida pero que sabemos que estás, jjj

Bonito viaje a Tánger, la verdad que yo no iba con ninguna idea preconcebida, es más, estaba súper motivada por poder compartir con todos vosotros nuestras vacaciones y dejarnos compartir con vosotros las nuestras. Y con el paso de los días mi motivación inicial se convirtió en diversión, en ganas de seguir compartiendo, de conocer un poquito más a todos vosotros y a los pequeñitos que siempre me han parecido un poco extraterrestres... Sorprendida por cada uno de vosotros, tan diferentes, tan iguales como diría Javi.

Los pequeñitos encantadores, cada uno con su carácter cada uno con su forma de ser y estar: Candela la más pequeña que ocupa un espacio muy grande, Luna terremoto y sus inquietudes constantes, Andrea ahora estoy ahora no estoy, Maddox a su aire pero atento y Nuria entre dos bandos los pequeños y los mayores, ubicándose en lo posible.

Y que decir de todos vosotros: Susana siempre tan divertida y preocupada en que todos estemos bien que todo vaya bien, se ha ganado a todos los niños y creo que también a todos los mayores. Marisa, la gran Marisa, sin ti el viaje no hubiera sido el mismo creo que en esto coincidimos todos. Javi el cervecero, ¡¡¡vivan las cervezas frías!!! es su ley. Bea, Bea, Bea menos mal que alguien sensato vino con nosotros, a veces demasiado sensata pero eso ya lo sabe ella. Juan, paciente Juan, el hombre tranquilo. Ana maravillosa, en su propio karma, tan dulce. Sammy o Maddox, Maddox o Sammy a veces os veo pasar y me cuesta distinguiros, no quiero saber cuando Maddox crezca y llame a uno como tengo que llamar al otro, jjj, estás echo todo un padrazo Sammy. Y Rosita, ay Rosa, pero qué grande eres, qué valiente, qué personalidad... nos dio un toque de valentía a todos y de glamour por supuesto.

Y en fin, no me enrrollo más, simplemente deciros que fue un placer pasar las vacaciones con todos vosotros y que gracias por aguantar las tonterías que a veces pasan por mi terca cabecita. Espero repetir otros destinos, la siguiente en mundo civilizado por favor...

P.D. Hubo alguien que no vino pero estuvo muy presente...

Comentarios

  1. Parte 1/2
    Buena síntesis, Julia. No todas las sensaciones se pueden describir con palabras, pero yo voy a intentarlo también: he sudado en Marruecos dos kilos de prejuicios.

    Yo no quería ir y Nuria tampoco, pero ¿cómo negarles a Juan y Andrea la experiencia? Ellos estaban muy emocionados y traté de hacer "de tripas corazón" y de convencerme a mí misma de que era una experiencia que no debía dejar escapar; y no me arrepiento en absoluto, así fue.

    Ya en el aeropuerto de Madrid Nuria se sintió mareada, empezó a palidecer y parecía que iba a desmayarse; las personas que nos ayudaron en la cola de embarque fueron precisamente las mujeres de una familia marroquí que viajaba de vacaciones a su tierra, no pararon de abanicarla, ofrecerle caramelos por si era una bajada de azúcar, y hasta le reservaron un asiento en el autobús que nos llevaba desde la terminal hasta el avión. Primer prejuicio fuera.

    La llegada a Tánger fue un contraste de sensaciones, era como tener un ángel y un demonio, cada uno en un hombro, como en los dibujos animados. Uno me decía "mira qué sitio tan maravilloso" (la arquitectura árabe me parece infinitamente más hermosa y conciliadora que la europea) y el otro me decía "ya verás como tus temores son fundados y aparece algún problema desagradable" (mi deformación profesional en prevención me hace querer controlar todas las variables y factores de riesgo).

    Tras los trámites de entrada al país salimos a buscar el taxi que nos llevaría desde el aeropuerto de Tánger hasta Asilah, la villa costera donde nos alojaríamos. El coche era relativamente nuevo, un “grand taxi” de color azul clarito y muy limpio que a las niñas les encantó, salvo por el hecho de que no tenía cinturones de seguridad; el conductor se echó a reír cuando preguntamos por ellos y nos dijo que en Marruecos los taxis no tenían que llevar cinturón. El trayecto fue de lo más tranquilo, aproximadamente media hora por una carretera modesta y paralela a la costa, que nos permitía admirar la belleza de las playas sin explotar, las marismas, los pequeños golfos... Pero yo seguía teniendo a mi ángel y mi demonio discutiendo entre ellos.

    Al llegar a Asilah me sorprendió que los olores no fueran tan intensos -o desagradables- como me habían advertido. Lo primero que hicimos fue ir a un restaurante a comer y quedamos muy gratamente sorprendidos por el sabor auténtico de las verduras y por lo bien hecha que estaba la fritura de pescado del día que pedimos; era una comida modesta y sencilla, pero muy rica. He de reconocer la comida era una de las cosas que sabía de antemano que iba disfrutar.

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  2. Parte 2/2
    Tras la comida decidimos ir a buscar la casa, ya sabíamos que la medina antigua era un laberinto de callejuelas, así que preguntamos a un hombre joven que estaba en la puerta de entrada a la medina, y él nos acompañó. El pobre intentaba ayudarnos, pero en realidad no tenía ni idea de dónde estaba la calle que le mostré en una foto, y tuvo que preguntar varias veces. Dimos vueltas y vueltas y al final la encontramos; resultó estar muy cerca de entrada a la medina, pero nosotros hicimos un tour por las callejuelas. “No hay mal que por bien no venga, has conocido las calles de la medina” decía el ángel en mi hombro. Pensé que tendría que pagarle el servicio prestado, y le di veinte dírham; él me decía “no, no”, y yo no entendía si es que no quería el dinero o si no era lo suficiente… al final me dijo “euros”. “¿Quieres euros?”, le dije y me contestó “si, si”, así que le di también un par de monedas de un euro que llevaba en el bolsillo y se puso tan contento que, muy efusivamente, me dio la mano, me abrazó y besó a Andrea. Yo me quedé extrañada, no sabía si era “agradecimiento sincero” -como decía el ángel en mi hombro- o si sería un “depravado que sobaba a mi hija” -como decía el demonio de mi otro hombro-… Después los amigos me explicaron (y pude comprobar por mí misma) que en Marruecos son muy cariñosos con los niños; fuera otro prejuicio.

    La casa era espectacular, solo que muy desgastada y con una limpieza descuidada (como cualquier apartamento de alquiler vacacional de España). El único aparato eléctrico que había en ella era el viejo y gastado frigorífico. Yo seguía debatiéndome entre la emoción y la decepción. Lo cierto es que me costó unos días aclimatarme, pero al final hasta me quedó la sensación de que la casa era un lujo (en comparación con cómo viven las personas allí) y que yo era una afortunada. Como decía no sé qué filósofo, “nada es verdad ni mentira, todo depende del color del cristal con que se mira”.

    Y a partir de ahí, catorce personas distintas de cuatro familias diferentes, cada cual con sus costumbres, preferencias y manías, y fuera de nuestras zonas de confort, vivimos juntas durante diez días todo tipo de aventuras y peripecias, que fueron muchas y muy variadas, algunas divertidas y otras más tensas, pero todas de lo más enriquecedoras. He de destacar el despliegue de apoyo moral femenino que recibí cuando más lo necesitaba (primera vez de “las cosas de mujeres” para mi hija mayor; anda que no hay días y lugares para que suceda, y tuvo que ser allí… hay un dicho que dice "todo lo que sucede, conviene", por algo será que sucedió en ese lugar y en ese momento).

    Uno tras otro mis prejuicios fueron cayendo como en un efecto dominó y al final descubrí que estaba muy equivocada sobre Marruecos y sus gentes; uno de los mejores ejemplos es el hombre de Tánger que llevó a la mitad del grupo en su propio coche de forma totalmente altruista, cuando nos encontrábamos en la calle, bajo el sol de mediodía y sin taxis para trasladar hasta la medina antigua a un grupo tan numeroso.

    De todos vosotros he aprendido algo, de todos sin excepción, desde la más mayor hasta la más pequeñita, desde el más charlatán hasta el más callado; podría seguir escribiendo infinitamente sobre las sensaciones y aprendizajes que viví tan intensamente, pero las sensaciones quedarán como hermosos recuerdos que compartiremos y evocaremos cada vez que nos juntemos, y los aprendizajes son objeto de otras reflexiones que aquí no proceden ¿verdad, Marisa?…

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